No podía tener las Colombinas de 2015 un final mejor. Con los tendidos llenos de niños que respondieron de manera generosa a la invitación de la empresa de La Merced, con una novillada de Villamarta que ofreció todas las posibilidades, con tres toreros de estilos muy diferentes y en momentos muy distintos pero que se mostraron tal y como son y dándolo todo, con el público pasándoselo en grande y, como culminación, con el feliz encuentro de David de Miranda y Acusonero-36, negro listón, de 425 kilos, un utrero bravo como un tejón y con clase a raudales. El mejor cómplice posible para que el novillero de Trigueros compusiera, posiblemente, la obra más completa y rotunda de la feria. No es un juicio de valor, es una constatación compartida por miles de personas, todas ésas que pidieron el rabo sin bajar un ápice de intensidad hasta que por la balconada del palco apareció el tercer pañuelo que concedía a David de Miranda el segundo rabo que corta un novillero en La Merced desde su reinauguración.
Fue el premio justo, dicho queda, a una faena sencillamente soberbia. Redonda, rotunda, compacta, honda, larga y muy emotiva. La propia entre un novillo bravo de verdad, que venía desde muy lejos y muy pronto para irse más lejos aún y volverse de nuevo y siempre con la cara por abajo y con un ritmo constante y formal que pedía justo lo que De Miranda le dio. Todo fue cogerle el aire, el pulso y mantenerlo siempre, a la misma velocidad –lo que llaman temple- para que la obra fuera creciendo en cada tanda. Acusonero embestía cada vez mejor y David lo toreaba cada vez mejor también. Con una emocionante transmisión, creciendo, lo que se traducía en una entrega cada vez mayor de los tendidos. La conexión fue total, partía –insistimos- de un conjunto absolutamente redondo y eso terminó por envolver la plaza entera. David se fue detrás de la espada como quien se cae por un precipicio, la estocada cayó entero, el utrero murió emocionante y la plaza rugió hasta explotar cuando el tercer pañuelo asomó sobre la bandera de España. Luego otro pañuelo, el azul, que concedía una más que justa vuelta al ruedo a Acusonero-36, aplaudido hasta rabiar también en la vuelta de honor con miles de personas reconociéndole su bravura. Las palmas por Huelva que arroparon la vuelta al ruedo remataron el conjunto de emociones. Hacía años que un novillero no cortaba el rabo en Huelva. Era Emilio Silvera el único por ahora. Hoy le igualó alguien que apenas habría nacido cuando él lo hizo.
En el primero, el novillero triguereño perdió, al menos, una oreja al pinchar con la espada una faena que fue más inconstante, en la que se alternaron muletazos de buen trazo con otros que terminaban enganchados. Antes, tanto para comenzar la faena con el capote como con la muleta, David dejó constancia de que cada vez torea mejor, pero que se sigue quedando igual de quieto que siempre.
La suerte no acompañó al otro onubense del cartel. Alejandro Conquero tuvo tiempo de apuntar también sus evidentes progresos desde que, hace dos Colombinas, se presentara sin caballos en La Merced. Esta vez lo hacía ya con los del castoreño también por vez primera. Y en este tiempo, Alejandro ha crecido, es evidente. Toreó despacio y hondo por momentos al buen primero que le cupo en suerte y se mostró variado tanto con el capote como con la muleta. Tenía, al menos la oreja en la mano, pero la perdió por el mal uso de la espada. Tampoco lo hizo mejor con el acero en el quinto y su balance se quedó en silencio, menos de lo que mereció su esfuerzo y disposición por sacar partido, quizá, al utrero de menos valor de la tarde.
Rafa Serna, por su parte, no olvidará ya nunca Huelva ni La Merced. Aquí ha ascendido de escalafón y aquí se ha presentado como un torero más que interesante, con un poso de torería que le brota natural y que es, a día de hoy, su mejor tarjeta de presentación. Quiere hacer y hace las cosas despacio, sin atorrullarse, pensándolas, sintiéndolas y, cuando todo se le une, dibuja lances y pases de gran calidad. Porque la tiene, no necesita impostarla. Y se notó que traía la tarde metida en la cabeza, que llevaba tiempo pensando en ella y viviéndola por dentro. Mató a sus dos novillos de certeras estocadas y eso le valió para cortar una y dos orejas, respectivamente, y abrir así la Puerta Grande del coso de la Vega Larga.
Y una última imagen. O dos. La primera, la de los tendidos colmados de niños, invitados por la empresa de Huelva. La segunda, la de muchos de esos niños rodeando a David y a Rafael en su salida a hombros. El triunfo y el futuro. La dos palabras que mejor definen lo que ha sido las Colombinas de 2015.