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Los toreros se quedaron solos

 
4 de agosto de 2014, novillada
#Colombinas2014

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6 toros de CAYETANO MUÑOZ
- Nº 105, JUERGA, negro bragado, 456 k, 9/10 - Silencio
- Nº 100, POTRERO, negro burraco, 465 k., 2/11 - Aplausos
- Nº 75, MAREADO, castaño, 460 k., 9/10 - Pitos
- Nº 128, PILOTO, negro mulato, 433 k., 4/11 - Palmas
- Nº 111, MECHERITO, castaño, 430 k., 4/11 - Pitos
- Nº 98, PAJARITO, negro burraco, 465 k., 11/10 - Pitos
7º (sobrero de regalo) - Nº 29, SOÑADOR, negro burraco, 435 k., 11/10 - Silencio
 
PRESIDENTE: D. Juan León Lozano
ASESOR VETERINARIO: D. Ignacio Rebollo
ASESOR ARTÍSTICO: D. Francisco Leandro Leyva

LAMA DE GÓNGORA
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Picadores
MANUEL CID
JOSÉ MANUEL RUIZ 

Banderilleros
CÁNDIDO RUIZ
JOSÉ ANTONIO CARRETERO ANTONIO RONQUILLO
Ovación - Oreja
DAVID DE MIRANDA
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Picadores
JOSÉ MANUEL CARTES
RAFAEL CARBONELL

Banderilleros
MANOLO CONTRERAS
FERNANDO PEREIRA
PEDRO MURIEL
Oreja - Silencio - Oreja
Andrés ROCA REY
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Picadores
JOSÉ MANUEL QUINTA
MANUEL MOLINA

Banderilleros
JUAN JOSÉ DOMÍNGUEZ
FCO. DURÁN VIRUTA
ERNESTO CABALLERO
Vuelta al ruedo - Oreja
 
 
La última de la feria fue el borrón de unas Colombinas de alto nivel. Lo desrazada y deslucida de la novillada de Cayetano Muñoz se llevó por delante las expectativas de una tarde que juntaba a tres toreros de justificados atractivos. Pero uno a uno, los renglones del libro fueron saliendo torcidos y escribir derecho en ellos resultó una utopía. Con todo, David de Miranda salió a hombros tras cortarle una oreja a su primero y otra más al sobrero que pidió tras chocarse con un quinto que fue el extremo máximo de la mansedumbre. Corrió, corrió y corrió sin destino ni cabeza y siempre donde hubiera nadie ni nada que le molestara. No era cuestión de que viera o no, lo fue de no querer nunca. 
 
Ese quinto fue el peor de un encierro que en nada respondió a su hechuras impecables. Lama de Góngora quiso toda la tarde y sólo pudo a veces. Más y mejor en el cuarto, un utrero que, al menos, se movió con más claridad y protestando menos y eso le permitió al sevillano trazarle varias tandas impregnadas de su buen concepto. Lo mató bien y le cortó la oreja. El primero fue un novillo deslucido y enfadado que no dejó estar nunca a Lama a pesar de algún muletazo suelto, sobre todo, en el primer tramo de la faena. Su labor se fue diluyendo al tiempo que el novillo se apagaba.
 
Peor suerte aún corrió Andrés Roca Rey. El suyo fue un lote seco, sin fondo donde escarbar. Ni clase, ni raza, soso, aburrido y, en el caso del sexto, hasta parado. No sirvió casi ni para dimensionar en la medida de lo posible las ganas del peruano. Que tiene oficio, capacidad y la serenidad para pensar en la cara de los utreros. Se lució con el capote ante el tercero. Por el fácil manejo que tiene de él y el gusto y el sentido que le imprime a los lances. Se lo pasó muy cerca también con la muleta en un comienzo de pases por la espalda. Todo lo demás lo quiso hacer bien, pero poco le dejó el de Cayetano Muñoz. Menos aún el sexto. Muy a menos siempre hasta pararse como una estatua de sal. Lo mató bien y, como premio a su actitud de toda la tarde, la gente le pidió la oreja que el palco concedió.
 
Ese concepto innato y tan personal que le caracteriza. Ese sello que le viene de cuna porque con él ha nacido envuelve a David de Miranda de una expectación que él se encarga luego de prolongar. Débil en apariencia, pétreo después cuando se hace presente en el universo de un ruedo. Para ejemplo, el quite con el capote a la espalda de frente por detrás. Cita con el percal completamente escondido tras su cuerpo cosido al albero y sólo lo enseña cuando tiene al novillo a escasos dos metros. Y se queda sitio. Y le liga otro. Y otro más. Con buen aire todos, sin enganchones, limpios. Y los remata justo en el momento y con suficiencia. Carbón para el run run. Algo similar después al inicio de la faena de muleta. Por estatuarios, con los pies juntos. Quietud, valor, pulso y temple para que el envite salga lucido. Y sale. Al nivel las primeras tandas por el buen pitón derecho del utrero, que humilla y mucho. Pero cada vez pasa menos conforme avanzan las series. Por el izquierdo no tiene ni uno. Una estocada entera tras un pinchazo y la primera oreja en sus manos.
 
Lo del quinto fue una pura anécodta. Aunque vista ahora con la perspectiva del tiempo que ya pasó. In situ, delante del novillo, el rato tuvo que ser de órdago porque la res corría y corría, y se frenaba y se frenaba para salir huyendo después. En el capote, en el caballo, en banderillas, con la muleta y hasta con la espada. Un regalito muy desconcertante. Por eso se pidió el sobrero, porque nada y aquello eran lo mismo. Tampoco le ofreció mucho más ese séptimo de la noche ya. Éste no corría, se quedaba, pero a puñetazo limpio. Cabeceando, sin pasar, midiendo por los dos pitones... Otra joya. Por suerte, David de Miranda se templó por encima de la adversidad en una última tanda al natural con los pies juntos. La mejor del serial. Eso y una estocada entera de efecto rápido fueron el detonante justo para que cayera la segunda oreja y la salida a hombros de una tarde desconcertante y desconcertada por el mal juego del encierro de Cayetano Muñoz.
 
 
 
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Fotos XOSÉ ANDRÉS
 
 
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